Le agobia la crisis y nadie le alcanza un remedio siquiera momentáneo? Automedíquese. Por ejemplo, tómese un buen clásico. Eso sí, uno efervescente, blanco, divertido, poético, burlón, romántico, alegre, emocionante..., hasta con música en directo. Noche de Reyes, de Shakespeare, que estará en el Teatro Principal de Valencia entre el 6 y el 11 de octubre, ya ha probado su eficacia terapéutica a lo largo de los siglos; en teatro, en cine... Y ahora se presenta con una fórmula actualizada por expertos de mucho prestigio: Yolanda Pallín (versión) y Eduardo Vasco (dirección), más un reparto muy suficientemente contrastado (Arturo Querejeta, Beatriz Argüello, Rebeca Hernando, Daniel Albadalejo...). Mano de santo, seguro.

Porque, seamos sinceros, ¿a quién, en estos tiempos oscuros, no le apetece galopar a lomos de una historia de enredos amorosos con final feliz? Pues eso es Noche de Reyes, «una de las mejores comedias de Shakespeare, con la que el público se lo pasa más que estupendamente».

Lo dice Beatriz Argüello, a la que muchos recordarán, además del escenario, por sus trabajos televisivos (Hay alguien ahí, Mir, El súper, Hospital Central, El comisario, Petra Delicado...). Lo dice Argüelles y sabe de lo que habla, después de una amplia gira por buena parte del territorio nacional, incluyendo la reválida madrileña. «Ahora „añade la actriz„, con un texto directo y comprensible, pero sin perder ni un ápice del maravilloso lenguaje poético del original».

Beatriz Argüello es en Noche de Reyes, una obra con la que William Shakespeare se distancia de sus tragedias masculinas, una mujer valiente, intrépida, capaz de ir hasta el fondo en todo lo que emprende».

El disfrazarse de hombre en la corte del duque Orsino es la primera y clara señal de ese carácter. Ella, Viola, que cree muerto en un naufragio a su hermano gemelo, Sebastián (Francesco Carril), asume la personalidad masculina y, en la desconocida Iliria, se enamora de Orsino, quien, a su vez, bebe los vientos por la inalcanzable condesa Olivia (Rebeca Hernando), al igual que, por motivos más prosaicos, el ambicioso mayordomo Malvolio. Y Sebastián, en realidad Viola, deberá ayudar a su amado a conquistar a la mujer que puede arrebatarle la felicidad...

El enredo, naturalmente, está servido. Un lío aparentemente inocuo, pero en el que un genio universal como Shakespeare entrevera, como era de esperar, con razones de mucha mayor enjundia.

Shakespeare nos dice en esta comedia, sin ir más lejos, que «el amor está por encima de la condición sexual», explica Argüelles, nuestra particular guía por este laberinto de ingenio y equívocos. Así es, en efecto. Y mucho más, porque el dramaturgo inglés también permite que sus personajes de Noche de Reyes superen los obstáculos mediante la inteligencia y el humor, sin recurrir, por ejemplo, a la trágica violencia de los celos, como hará poco después en Otelo, o a los terribles grilletes del honor, como sí ocurre en la contemporánea Fuenteovejuna, de nuestro Lope de Vega, autor del que, por cierto, Noviembre Compañía de Teatro ha llevado también a escena No son todos ruiseñores, La fuerza lastimosa y La bella Aurora.

Nada del masculino concepto trágico de la existencia, por lo tanto, en Noche de Reyes. Muy al contrario, en esta comedia romántica que también habla del poder, se ensalza sin complejos la condición femenina y se libera a la mujer, capaz ahora de superar la adversidad, pero sin emplear para ello los magnéticos atributos propios de su sexo, sino los masculinos valores (por aquel entonces) de la amistad y la camareadería.

«Si el teatro es ese lugar privilegiado donde poner a prueba los límites, Shakespeare nos ofrece en Noche de Reyes una ilimitada cantidad de preguntas en torno al género: ¿hombre o mujer?, ¿farsa o comedia?; a la posición social: ¿Quién es el protagonista?; o al lugar que ocupamos en el mundo: ¿risa o melancolía, conciliación o conflicto, ilusión o realidad? Bueno, pensad como queráis. Después de todo, niños, hombres, viejos..., qué más da, porque la obra se acaba y nosotros sólo hemos querido agradaros». Lo dice Yolanda Pallín, luego quiénes somos nosotros para añadir una coma.